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Revista N°13

52 - Revista NUEVA POLÍTICA 13 - Oct/2012 El 10 de enero de 2010, Haití, más exactamente Puerto Príncipe, se sa- cudió con un terremoto de 7.0 gra- dos, con epicentro a 15 kilómetros de la ciudad. El balance de muertos y heridos se revelaría hasta un año después, por cifras oficiales del pri- mer ministro Jean-Max Bellerive: 316.000 muertos, 350.000 heridos, y alrededor de 1,5 millones damnifi- cados. El sismo sacudió no solo al país, el mundo entero se estremeció ante las imágenes de dolor de esa mitad de isla caribeña, y se volcó en ayuda humanitaria y expresiones de simpatía y solidaridad con el pueblo haitiano. Dos años y medio después, es posi- ble afirmar que el terremoto de Haití pareciera un paréntesis en la historia que no parece haber cambiado gran cosa en ese lapso en que los focos, la prensa y los titulares eran para Hai- tí, Puerto Príncipe y los haitianos. La impresión que da la ciudad y el testi- monio de sus habitantes es de –Aquí no ha pasado nada. ¿Por qué lo que pudo aprovecharse como un nuevo punto de partida, un punto y aparte en la historia nacional haitiana, se quedó como un simple suma y sigue, un pa- réntesis en una historia marcada por la desidia y la negligencia local? Misión Especial de Redlad a Haiti Integrantes de la Misión: Gina Rome- ro, Rosa Quintana y Juan Osorio El reinicio que nunca fue En Haití algunos servicios básicos no funcionan regularmente. Uno de es- tos, los números. Es muy difícil obte- ner cifras definitivas con respecto a muchos temas, y no porque no estén interesados en publicarlos o por es- conder realidades –imposibles de di- simular -: es porque no existen cifras rotundas y pormenorizadas. Desde datos básicos como población (el censo oficial del 2004 cifra el total de la población en 9.800.000 habitantes mientras otros documentos apenas señalan 7 millones), hasta cifras de presupuestos y damnificados. Sólo Puerto Príncipe, tiene un cálculo aproximado de 1.950.000 personas, a pesar de estar “pensada” para sólo medio millón. Este tipo de factores, y el diseño desordenado de la ciudad, son condicionantes que afectaron el número de víctimas y la forma de reacondicionar la ciudad después del sismo. Como otras ciudades latinoamerica- nas, no ha sido pensada y planeada, no ha contado con una política ur- banística seria, simplemente se ha sujeto y plegado a las necesidades de sus habitantes, muchas veces desplazados del interior del país, mi- grantes que se han abierto paso a la fuerza en un espacio que no está preparado para ellos, y que simple- mente se acomoda a sus necesida- des porque no tienen más opción. Los barrios más populosos de la ciu- dad se esparcen sobre las faldas de las montañas, en forma desordena- da, sin ningún tipo de ordenamiento ni lógica, obedeciendo a los movi- mientos naturales de imposición de vivienda de los nuevos inquilinos. A pesar de las quejas del gobierno por esta ubicación y de los eviden- tes diagnósticos que apuntan a la posibilidad de cientos de tragedias potenciales ante otro eventual sis- mo, son barrios que se resisten a ser evacuados, enclavados en medio de las montañas que rodean la ciudad, y se convierten en parte de ese paisaje común en ciudades latinoamerica- nas, de barrios improvisados “inva- didos”, a semejanza de las comunas propias de sitios como Medellín y Bogotá, y con la misma estructura arquitectónica de favelas brasileras. A pesar de intentar reorganizar este tipo de urbanizaciones, sus habitan- tes se resisten con un argumento evidente: ¿para dónde nos vamos a ir? Y el gobierno tampoco tiene una respuesta seria. Un argumento con- trovertido que se oye repetidamente en la ciudad, especialmente de los extranjeros que trabajan en ella, se resume en una argumentación atre- vida: “Recién el terremoto, había una sensación de desastre y una leve es- peranza, fundamentada en que con toda la ayuda internacional, el país iba a aprovechar para reinventarse, y que parte de la tarea era echar viejas estructuras físicas y mentales abajo, y finalmente, no se hizo nada. Se per- dió una oportunidad histórica para haber aprovechado la tragedia y ha- berla convertido en un nuevo inicio”. Violencia en la ciudad A pesar que la noción que se tiene, que ubica al país en el ranking de los HAITÍ: Dosañosdespuésdelterremoto Cómo cambiar los signos de puntuación del país Por Juan Osorio Panorama regional

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